Hacia 1982 surge una grave crisis financiera producto de la creciente dependencia de la economía chilena en el mercado mundial. Este contexto económico dio paso a que diversos grupos sociales del movimiento popular salieran al espacio público. Así, en 1983, cuando el desempleo estaba por sobre el 30% en el país, la Confederación Nacional del Cobre llamó a una jornada de protesta nacional para el 11 de mayo, convocatoria a la que se sumaron otras organizaciones opositoras a la dictadura. De esta manera se inició un gran ciclo de protestas que movilizó a muchas chilenas y chilenos contra el régimen de Augusto Pinochet. Juventudes populares, feministas, trabajadoras y trabajadores, jóvenes estudiantes, pobladores y militancia partidaria se unieron para decir “Abajo la dictadura”, recurriendo a acciones de desobediencia civil pacíficas, caceroleos y el enfrentamiento directo con la represión policial.

El asesinato del fotógrafo Rodrigo Rojas De Negri (1967 Valparaíso – 1986 Santiago) es uno de los casos más emblemáticos de la brutalidad de la dictadura militar chilena. Obligado a vivir en el exilio, a los 19 años decide regresar a Chile para conocer y documentar lo que se vivía en el país. De esta forma comenzó a fotografiar las jornadas de protesta, como la del 2 de julio. Ese día, Rodrigo y Carmen Gloria Quintana fueron quemados vivos por un grupo de militares y posteriormente abandonados en un sitio eriazo en la comuna de Quilicura. Rodrigo falleció debido a la gravedad de sus quemaduras, mientras que Carmen Gloria logró sobrevivir.

Los manifestantes por el SÍ expresaban sus ideas en las calles, enarbolando la figura de Augusto Pinochet. El oficialismo contó con todos los recursos posibles, a diferencia de la oposición. Uno de los intentos más importantes de la campaña del SÍ fue presentar al dictador como un civil cercano a la población, y que representaba un futuro prometedor, a diferencia de la figura de Salvador Allende que sistemáticamente intentaron asociar al caos, desorden y graves problemas económicos.

En este marco comienza una fuerte campaña para instalar la figura de Pinochet como un sujeto sociable y democrático.

El llamado a paro y las protestas de los sindicatos del cobre contra la dictadura del general Augusto Pinochet en 1983, fueron sumando adherentes y generando efectos en la sociedad chilena en una escala insospechada para los mismos convocantes. No solo salieron a las calles los mineros del cobre; también se sumaron diversos sectores de la sociedad civil, transformando el llamado a protesta en una jornada nacional. Organizaciones sociales, políticas y religiosas realizaron grandes marchas, adquiriendo una fuerza cada vez mayor.

En ese momento se rompe con la imagen predominante del movimiento sociopolítico juvenil como sinónimo de movimiento estudiantil, y aparece con fuerza la figura del joven poblador afectado por la cesantía y las expectativas frustradas de movilidad social a partir de la educación (como cantaran Los Prisioneros en ‘El baile de los que sobran’), pero que también puede ser actor y dirigir la protesta como voz de descontento antidictatorial (Los jóvenes, la política y los movimientos estudiantiles en el Chile reciente. Ciclos sociopolíticos entre 1967 y 2017, Carlos Durán y Víctor Múñoz, 2019).

Los resultados del plebiscito por la Constitución de 1980 obligan a la izquierda a tomar dos posturas en un contexto de creación de alternativas. Un sector optó por la radicalización de la lucha y el enfrentamiento persistente con el régimen; el otro señaló la necesidad de orientar esfuerzos en una lógica de reconstrucción del movimiento popular. Así, mientras para los más radicales, el plebiscito significó la institucionalización del régimen, agudizando los problemas de conducción y generando la necesidad de avanzar en una política de rebelión y construcción de poder popular, legitimando todas las formas de lucha; otros hicieron hincapié en la renovación de las formas de hacer política, favoreciendo la participación y la vigencia de un proyecto que articulara los conceptos de democracia y socialismo.

La organización de sindicatos, la supervivencia clandestina de partidos políticos, y la acción de numerosos manifestantes, pobladores, agrupaciones de mujeres y estudiantes formó un bloque político social opositor al régimen de Augusto Pinochet. El descontento contra el régimen fue canalizado por diversas organizaciones que confluyeron en una lucha social y política contra la dictadura colmando las calles en marchas multitudinarias, expresión de los anhelos de justicia y democracia.

Las concentraciones comienzan a crecer en todo Santiago, incluso en lugares emblemáticos de la ciudad. La plaza de Armas se establece como un espacio ideal para múltiples manifestaciones de civiles que gritaban por libertad. El Gobierno militar reaccionó con violencia. Después del plebiscito de 1980, el principio de la voluntad popular y de mayoría son sustituidos por el concepto de “voluntad nacional”, que residió fundamentalmente en organizaciones jerárquicas y burocráticas del Estado: las Fuerzas Armadas y la Corte Suprema. Las fuerzas de orden se transforman en un nuevo poder político del Estado producto de una guerra total contra un enemigo interno coordinado con el enemigo externo: el marxismo mundial, una excusa para callar todas las voces disidentes.

Como el movimiento de pobladores había sido uno de los pilares del gobierno de Salvador Allende, la dictadura concentró buena parte de su acción represiva en combatirlo. De manera selectiva, con la muerte y desaparición de sus principales dirigentes; y en forma colectiva, con invasiones policiales, cercos, detenciones masivas, secuestros, destrucción y robo de pertenencias de los pobladores. Fueron justamente estos sectores reprimidos los que ofrecieron los principales focos de resistencia a la dictadura de Augusto Pinochet.

El rol de los pobladores organizados tuvo un efecto psicológico y político que permitió abrir un espacio de esperanza en los sectores populares, generando nuevas formas de poder territorial.

La experiencia de mujeres en el exilio vinculadas a la teoría feminista y la reflexión de quienes participaban en organizaciones económicas populares y profesionales, hicieron de la lucha femenina protagonista en el uso espacios públicos.

Después del 11 de septiembre de 1973, Plaza Italia se transformó en un centro de reunión para marchas y protestas, reemplazando a Plaza Bulnes, antiguo centro de reuniones neutralizado por los militares.

El 20 de mayo de 1986 se llevó a cabo una Jornada por la Democracia. En el marco de las manifestaciones colectivas ocurridas ese día en Santiago, murió Ronald William Wood Gwiazdon, estudiante de Auditoría del Instituto Profesional de Santiago (IPS), de 19 años de edad.

Mientras se desarrollaban manifestaciones en apoyo de la Asamblea Parlamentaria Internacional que tenía lugar en un hotel céntrico de la capital, estudiantes se organizaron y se reunieron en el Puente Loreto. Efectivos del Ejército impidieron el paso ocupando el puente y disparando al aire. Ronald Wood cayó herido y fue trasladado por un particular hasta un centro asistencial, falleciendo tres días más tarde a causa de un traumatismo cráneo encefálico.

En distintas calles de la ciudad se fueron organizando concentraciones donde grupos de personas se tomaban las esquinas con el fin de protestar y expresar sus demandas, las que se informaban mediante el uso de panfletos. La labor que cumplieron fotógrafos y fotógrafas fue muy relevante, pues ayudaban a difundir los hechos y daban seguridad a los manifestantes.

En este contexto surgió la AFI: Asociación de Fotógrafos Independientes. A comienzos de los años ochenta, la Dirección Nacional de Comunicación Social (DINACOS) no permitía la circulación de fotografías no oficiales en medios. El trabajo solitario de los fotógrafos independientes los hacía foco de golpizas y abusos por parte de agentes del Estado. Es por ello que se organizaron para protegerse como gremio.

Poco después del golpe militar perpetrado al Gobierno de Salvador Allende en 1973, comenzó el trabajo de búsqueda por parte de madres, esposas, hermanas y familiares de detenidos desaparecidos por agentes del Estado. La dictadura cívico-militar que recién estaba iniciando sus acciones contra la población no aclaraba los casos y tampoco facilitaba información de las personas desaparecidas durante y después del golpe. De esta manera se formó la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (AFDD), bajo el alero del Comité Pro Paz, que apoyó al grupo brindándoles un lugar donde compartir sus circunstancias y organizarse desde fines de 1974.

Frente a las graves violaciones a los derechos humanos perpetradas por la dictadura, la Iglesia activó espacios de protección jurídica a las víctimas. En este contexto nace la Vicaría de la Solidaridad.

La primera institución que se dedicó a esta labor fue el Comité de Cooperación para la Paz en Chile (1973-1975). Este organismo integrado por las iglesias cristianas fue creado para proteger la vida y la integridad física de los perseguidos políticos, tarea que desarrolló hasta que fue disuelto en 1975 por orden de Augusto Pinochet.

Debido a la compleja situación del país, el 1 de enero de 1976 el Arzobispo de Santiago Raúl Silva Henríquez creó la Vicaría de la Solidaridad (1976-1992), organización de la Iglesia católica que retomó el trabajo en apoyo de familiares y víctimas de la dictadura. Ubicada en el Arzobispado de Santiago, a un costado de la Catedral, en 16 años de labor concentró esfuerzos para otorgar asistencia jurídica, económica, técnica y espiritual a las personas perseguidas por el régimen militar y sus familiares, además de defender sus vidas y buscar la libertad de los detenidos. Dentro de los programas destacaron el de las arpilleras, las bolsas de trabajo, los comedores infantiles y los centros de salud, entre otros. Estas instituciones católicas fueron fundamentales para salvar vidas y proteger civiles en un contexto de violencia política estatal.

La brutalidad de la represión y el terrorismo de Estado se tomaron las calles de Santiago. El régimen militar respondió a las manifestaciones con violencia sistemática, lo que significó miles de víctimas civiles. Las Fuerzas Armadas y de Orden utilizaron métodos violentos para disuadir las protestas y reprimir todo tipo de pensamiento distinto al del Gobierno.

En total se reconocen a 27.255 víctimas de prisión política y tortura en dictadura, y 3.065 muertos y desaparecidos desde 1973 a 1990. El segundo informe de la Comisión Valech reconoce más de 40.018 víctimas.

El Gobierno comenzó a realizar políticas enmarcadas en difundir el terror entre los manifestantes. Una de las formas más comunes fue el uso de lacrimógenas. Estos gases son una suma de compuestos químicos que en conjunto causan discapacidad temporal con dolor físico y privación sensorial generando un malestar en forma quemante. Las lacrimógenas no discriminan y llegan tanto a los participantes de las marchas, como a transeúntes y vecinos, causando daño a toda la población civil.

En los años 80 las mujeres comenzaron a tener un rol muy activo en las jornadas de protesta, así como en la lucha por la justicia. Esto estuvo vinculado con el movimiento feminista que tomó fuerza durante la dictadura.

Entre 1978 y 1980 se realizaron los primeros Encuentros Nacionales de Mujeres organizados por el Departamento Femenino de la Coordinadora Nacional Sindical. En 1980 surge el Movimiento de Mujeres Populares (MOMUPO) y en 1981 Mujeres de Chile (MUDECHI). En 1982 se realizan las Jornadas de la Mujer.

Dentro de las acciones importantes realizadas estuvieron el despliegue del lienzo “Democracia ahora. Movimiento Feminista” en el frontis de la Biblioteca Nacional y el memorable acto en el Teatro Caupolicán convocado por Mujeres por la vida, con las consignas de “No +” y “La libertad tiene nombre de mujer”, todos llevados a cabo en 1983. En 1985 se realiza una marcha silenciosa por la comuna de Providencia con la consigna “Somos +”, y en 1988 la intervención titulada “No me olvides” de Mujeres por la vida. El 8 de marzo de 1989 en el Día Internacional de la Mujer Trabajadora 25 mil mujeres se reunieron en el Estadio Santa Laura de Santiago. Las manifestaciones se desarrollaron también en diferentes regiones del país.

Las mujeres tuvieron un rol fundamental en la resistencia a la dictadura y la búsqueda de la justicia, lo que afianzó la lucha por la recuperación de la democracia. Mujeres por la vida fue una organización feminista nacida en 1983 que agrupó a mujeres que lucharon, batallaron y pelearon por los derechos civiles y la defensa de las víctimas de violaciones a los derechos humanos, mediante diversas acciones creativas en la ciudad. En el marco de la campaña por el NO crearon los carteles a escala humana que representaban la desaparición de personas.

El primer órgano represor creado por Pinochet fue la DINA. Tras el atentado de Orlando Letelier en Washington D.C., fue disuelta y reemplazada por la Central Nacional de Inteligencia (CNI) en 1977. La institución existió hasta 1990. La propaganda política asociada a la CNI causaba estupor en las personas contrarias al régimen, pues se asociaba a las peores características del régimen: la violación sistemática a los derechos humanos.

Ley 18.700 (LEY ORGÁNICA CONSTITUCIONAL SOBRE VOTACIONES POPULARES Y ESCRUTINIOS MINISTERIO DEL INTERIOR) Artículo 32 (original): “…La propaganda mediante volantes, con elementos colgantes o por avisos luminosos o proyectados, solo podrá efectuarse desde el trigésimo y hasta el tercer día anterior a la elección o plebiscito…”. La propaganda política para el momento del plebiscito de 1988 estuvo regulada por ley, lo que significaba (aunque no garantizaba), una igualdad de condiciones entre los adherentes del SÍ y del NO en todo lo relacionado a las votaciones del plebiscito.

Quienes apoyaban el SÍ no dudaron en utilizar todos los medios posibles. El mismo Pinochet inició esta operación a través de una serie de medidas, como la construcción de viviendas sociales o la pavimentación de calles, incluso impulsó el aumento del sueldo mínimo. Todo aquello fue acompañado por la publicidad que los adherentes del SÍ fueron instalando en los sectores periféricos de la ciudad, pues era allí donde debían captar los votos para asegurar su victoria.

El 1 de mayo es una fecha simbólica de gran importancia para los trabajadores del mundo. Durante la dictadura militar, al llegar la fecha en cuestión, cada año se daban momentos de alegría y tensión. Para 1988, la ocasión fue muy especial y se aprovechó cada espacio e instancia para hacer propaganda política en las calles del país.

En la campaña del NO toda expresión espontánea, con materiales muchas veces artesanales y reciclados, se volvió importante para poder expresar las posturas disidentes a la dictadura. Cualquier grupo que quisiera expresar una postura a favor del NO lo podía hacer con los medios que tuvieran a disposición, llegando a rincones públicos donde la campaña oficial muchas veces no podía llegar.

La opción SÍ también utilizó las micros para difundir su mensaje. Incluso incurrieron en el acarreo de personas y en el arriendo de este medio de transporte para utilizarlo como propaganda.

Se puede apreciar que el logo SÍ tiene los colores de la bandera nacional. La campaña buscaba exaltar el nacionalismo como mensaje político y perpetuar la institucionalidad creada en dictadura con eslóganes de orden y progreso.

Las micros y sus laterales fueron un espacio para llegar a más personas con un mensaje fuerte y claro. Durante el periodo de propaganda del plebiscito de 1988, la opción NO contaba con muchísimos menos recursos económicos y de difusión que el oficialismo, por lo que la utilización de este tipo de mensajes se masificó buscando captar los votos de las personas que podrían encontrarse indecisas.

CEMA Chile fue creada en 1954 bajo el gobierno de Carlos Ibáñez del Campo, con el objetivo de proporcionar bienestar espiritual y material a la mujer chilena. Durante la dictadura tuvo un crecimiento importante en comunas populares del país. Posteriormente, la investigación por el caso Riggs demostró el aprovechamiento de bienes nacionales transferidos por el Estado a esa fundación. Su presidenta desde 1973 hasta 2016 fue Lucía Hiriart, esposa de Augusto Pinochet.

El plebiscito convocó a la gran mayoría de la población nacional. En todos los lugares que se pudo, se hizo propaganda. Cada comuna fue un espacio de lucha entre los adherentes de uno u otro bando.

La imagen corresponde a la comuna de Vitacura, lugar vinculado a la élite económica del país. La imagen en torno al desarrollo económico que forjó Pinochet fue una de las piezas claves en el relato propagandístico de la campaña por el SÍ.

Al alto porcentaje de desempleo, la pobreza generalizada y la pérdida sustantiva de los derechos sociales, se sumó una política de segregación social. Las ciudades fueron sectorizadas en barrios característicos según la condición socioeconómica. Desde 1985 la construcción de viviendas sociales dirigidas a los sectores más vulnerables del país comenzó a tener importancia creciente en la política habitacional del Gobierno militar. Entre 1979 y 1986 se erradicaron 28.500 familias desde campamentos a nuevas viviendas en la periferia de Santiago, generando mayor segregación. Para 1988 los sectores precarizados fueron el foco principal de la campaña del SÍ.

La propaganda en las calles fue fundamental para lograr el triunfo del NO. Las personas se movilizaban como podían para expresar su preferencia. En la instancia tan crucial del plebiscito de 1988 se volvió fundamental la solidaridad entre pares. El NO fue la opción que más aglutinó a las personas de bajos recursos que deseaban la vuelta a la democracia y el fin de la dictadura militar de Pinochet.

Las concentraciones por el NO fueron multitudinarias. Los encuentros culturales y musicales no fueron pocos, en especial porque para 1988 se puso fin al “exilio musical” de los compositores o grupos que habían sido adeptos al gobierno de Salvador Allende o a las ideas de izquierda. El 24 de septiembre de 1988, se reunieron en el parque La Bandera exponentes de la música nacional para dar su apoyo al NO. Allí, el pueblo chileno pudo volverse a encontrar con los grupos Inti Illimani e Illapu.

Además de su rica historia de logros deportivos, el Estadio Nacional fue un sitio de prisión y tortura en los primeros momentos de la dictadura. Posteriormente pasó a ser también un importante centro de votación.

Para el plebiscito de 1988, el 98% de las personas mayores de 18 años habilitadas para votar se inscribieron en los registros electorales logrando una participación histórica de casi 7,5 millones de votantes. Durante cinco horas el dictador Augusto Pinochet desconoció el resultado. Ya entrada la noche el general de la Fuerza Aérea Fernando Matthei reconoció la derrota en el plebiscito.

El mismo día del plebiscito las personas salieron en masa a celebrar el triunfo del NO. Las calles de Santiago se colmaron de personas festejando el regreso a un Estado democrático. Cánticos, abrazos, rondas, papeles al viento, fueron la tónica de un día de alegría para el pueblo chileno.

El dictador Augusto Pinochet se mantuvo en el poder hasta marzo de 1990. La Concertación de Partidos por la Democracia, en ese entonces oposición política, propuso un cambio constitucional con el fin de pactar una salida a la dictadura. Las elecciones presidenciales de 1989 dieron por ganador a Patricio Aylwin, pero a pesar del pacto político y de la transición a la democracia, la figura de Augusto Pinochet seguiría presente. Luego de dejar el poder, y gracias a la Constitución de 1980, pudo seguir ocho años más como comandante en jefe del Ejército. Al día siguiente de entregar el cargo militar se incorporó al Congreso Nacional como senador vitalicio en su condición de ex Presidente de la República en medio de muchas protestas en su contra.

El poeta, matemático y físico chileno Nicanor Parra consolidó la antipoesía con su libro Poemas y antipoemas (1954). Sus textos incluyen el humor, el prosaísmo y el lenguaje coloquial, desestabilizando la concepción tradicional de la poesía lírica. En 1973, año del golpe de Estado, pasó a formar parte del Departamento de Estudios Humanísticos de la Facultad de Matemáticas de la Universidad de Chile, el que se convertiría en un foco de pensamiento crítico durante el período de la dictadura militar. Como profesor de la universidad estaba a cargo de cátedras libres, enseñando literatura, contingencia política y filosofía. Fiel a su estilo rupturista y respetuoso de la sabiduría popular, cuestionó también la vuelta a la democracia.

La tensión posterior al conteo de votos fue notable. El subsecretario del Interior Alberto Cardemil anunció un segundo conteo de votos con 677 mesas escrutadas dando ganador al SÍ con 51,3% y el NO con 46,5%. El siguiente cómputo sería entregado recién a las 23:15 h. Ese informe señaló que el SÍ lograba un 44,6% mientras que el NO un 55,2%. Desde el Gobierno se dio la orden de clausurar cualquier transmisión radial o de televisión que llamara a celebrar el triunfo del NO, sin embargo, las celebraciones se multiplicaron en todo el país y Plaza Italia fue uno de los epicentros de manifestación popular.